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Una deseo para dejar de sentir

 

 

 

 

 

 

 

Las pastillas ordenadas por colores, por día, de colores como si fueran cajitas de caramelos,  ordenados  para regalarse. Un vaso de agua de esos que tienen dentro lagrimas, desgano, engaños y que parecen más profundos de lo que son verdaderamente. En esa habitación tan llena de nada, un poco de luz por las rendijas de la ventana. Un alma muerta y un cuerpo vivo. Al fondo fotos que ya nadie recordaba. Ella se levantaba despacio de la cama como si tomar el vaso de agua con  la pastilla de color rosado fuera el  ejercicio más fuerte del día. Cuanto cansancio cuanto desgano, cuanto pesar...  y de pronto sus ojos azules reflejándose en el vaso, tan grandes, tan azules como una luna de esas que uno imagina de niño. Había perdido casi todo, todavía le quedaba un poco de ropa y pocas ganas de vivir, pero lo demás ciertamente lo había perdido. Perdió su casa, sus dos  hijas y su libertad. Eso después de intentar ahogar a sus dos hijas en la piscina después de enterarse que su esposo se había ido al fin, y eso que debía ser un alivio se convirtió en el dolor más grande. “Eran tan pequeñas y lindas. Las dos tenían cuerpecito de muñecas y a veces me olvidaba un poco de que eran de carne y hueso. Las peinaba, las miraba y a veces sentía tanta envidia de ellas, porque a ellas Juan si las quería. A mi no”.

Trastorno de impulso y delirios, tal vez. Ella no lo sabe y el psiquiatra titubea cuando se trata de dar explicaciones de una enfermedad en especial.  El cree, o da a entender, que ella las tiene todas  Y al final termina por decir que no es algo tan grave como la esquizofrenia. “No se, me importa tan poco como comenzó esto, porque al final no puedo arreglarlo ni terminarlo, esta siempre. Va a estar como un fantasma, como un momento que dura para siempre. 

Al poco tiempo de caminar en el pequeño jardín, de estar sentada junto a una fuente de agua  y tocarlo todo como una niña que empieza a descubrir el mundo, empezó a hablar con tanta confianza como si nos conociéramos desde siempre. “Ese día empezó diferente, yo sabia que ese día cambiaria mi vida, el sol estaba magnifico apareció en mi ventana y casi lo podía tocar y sentía tantas ganas de salirme por la ventana hasta la piscina con ropa y todo. Mi marido había salido a tiempo y como siempre no se había despedido, entonces mire por la ventana y sentía que un océano enorme rodeaba la casa. Los pájaros, la brisa, el tic­ tac del reloj, todo hacia que mis sentidos volaran un poco más, como estaba esperando el momento para terminar mi novela, baje con cuidado las gradas y no permití que me sirvieran el desayuno, corrí y empecé a escribir sin parar, solo idea tras idea y así unas cuantas hojas al final, vi tantas que termine rompiéndolas todas porque me sentía enfadada de que hasta mis sentidos me engañaran. Después tomé una botella de ron y seguía enfadada y como nunca me despreocupe de las  niñas, no me dio ganas de saludar, solo quería mirarme en el espejo hasta volverme a encontrar. Ese día estaba tan distinto todo que hasta yo me desconocía”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De pronto, el medico interrumpe, “no puede hablar mucho, no queremos que te enfermes de nuevo, estás bien” ella responde en voz baja con la astucia de un niño “es prohibido sentir y hablar, lo que no es prohibido es fingir, fingirlo todo, para que te entiendan y te crean menos loco”.

Sandra  era  ama de casa, había estudiado filosofía y letras en la universidad pero cuando quedo embarazada de sus gemelas le quedo poco tiempo de hacer lo que a ella le gustaba. Su esposo se dedico a trabajar la mayoría del tiempo, ella se quedaba en casa y tomaba el sol, salía con sus hijas de compras y hacia todas las cosas que a los “ricos” les hace muy felices, a ella no.  “Siempre quise tener una vida diferente, pero no lo lograba me quedaba en lo típico, en  lo armónico, en lo real y yo que quería salir volando,  quedarme sin dormir dos o tres días y terminar una novela, luego dormir cuatro y así tener una vida, anormal y casi loca pero al fin feliz para mi” .Sandra tenia ya 10 años en la clínica psiquiátrica, luego del terrible accidente no pudieron meterla presa y la declararon incapaz mental y la enviaron al sanatorio. Dos años más le quedaban ahí, dependiendo de lo que dijera el medico, porque debía estar mentalmente bien para poder salir y hacer su vida normal, eso si, lejos de la familia que perdió.

Mientras pasaba su dedo por la boca, recordaba de nuevo, “bueno como te decía, ese día no sabia ni quien era yo, pero no era el ron, era yo. No era mi esposo, era yo. Ni siquiera era algo más allá, solo era yo. Entonces me quede  horas viendo la botella y no me atreví a tomar, pensaba una y otra vez que si empezaría a tomar seria el fin, pues nadie que toma solo está bien y de verdad que yo creía que estaba bien, que era buena esposa , buena madre, mala cocinando, buena escribiendo, estaba bien”.

Según Jijón, su medico psiquiatra, la familia se había dado cuenta mucho antes que ella  estaba mal, tenia actitudes extrañas como mirarse las manos durante demasiado tiempo, decía que a veces las sentía lejanas como si no fueran de ella, intentó más de una vez maltratar a las sirvientas porque sentía que la miraban mucho y había dejado de cuidarse a si misma.

“Luego me decidí, me tome dos vasos grandes de ron enteros, puros y yo no sentía nada, ni feo, ni amargo, no sentía nada. Después me di cuenta que faltaban algunos zapatos de mi esposo y me atreví a mirar el armario, nada casi nada, solo lo que nunca usaba. Mire el velador, nada. Solo una agenda que nunca usó, me sentí desesperada, me quede unos cuantos minutos atónita no sabía que pasaba, deje de pensar y empecé a actuar. Lo llame y le pedí que me explique porque no estaba, el me dijo que en pocos días me llegaba la demanda de divorcio. No me explicó nada, yo no quería que me explique tampoco. El tenia una amante, y yo lo sabia, de eso que sabemos las mujeres y hacemos como que no supiéramos nada, solo para sentir un cuerpo a lado nuestro para dormir, para mirar a alguien”

Los trastornos del control de impulsos es un grupo de trastornos de etiología desconocida que se caracterizan por: acciones irresistibles: El sujeto no puede resistirse al impulso o tentación de llevar a cabo acciones, aunque sean peligrosas para él o los demás.

“Me sentí tan desesperada, pensé en suicidarme, pero pensé en mis hijas a quien cuide los últimos cuatro con años con tanta entrega y yo las amaba.  Pensé que si se quedaban solas, seria injusto pues mi marido no merecía tener algo tan lindo para el solo, el siempre quería más y más, y darle a las niñas solo hubiera sido un premio a su infidelidad”.

Se tocaba los ojos constantemente y miraba a los lados como si lo que diría fuera un secreto y estaba en complicidad conmigo, otra vez miraba, se animaba tomando un bocado de aire y se arrepentía. Usted dijo que era psicóloga o periodista?, de nuevo tomaba aire y me miraba fijo como si se convirtiera, sus ojos se ponían cada vez mas azules, a momentos parecían negros cada vez mas penetrantes, “decidí matarlas, me dije a mi misma mátalas, mátalas”.

“Tenia ganas de hacerlo, sentía que era la solución a todo en ese momento, quería matarlas, ese preciso momento las ame mas que nunca, las quería para mi. Pensé en su muerte, pensé en la mia. A ellas las iba a ahogar en la piscina y luego yo me metería un tiro en mi cama matrimonial nueva”.

 Después de 10 años en el sanatorio ella no sentía culpas, no sentía que las cosas estaban mal. Se sentía como una victima del amor, como una victima de la vida, victima de su sensibilidad. No se sentía enferma, en muchos momentos era mas normal que cualquiera, decía que cuando saliera de ahí publicaría por fin su novela, compraría más libros y se enamoraría otra vez, eso si de la persona adecuada.

Viendo el agua que caía a la fuente se animó a contarlo todo. “Le pedí a Silvana, la chica de servicio, que las prepare para la piscina y que las lleve, también aproveche para tomarme la botella casi completa, sentía una satisfacción impresionante. Vanesa tenía su terno de baño azul entero marinerito y Andrea un bikini rojo. Las dos, felices me abrazaron y les expliqué un poco de la situación, que su papa se fue y que yo sentía pena. Me abrazaron de nuevo y me dijeron que todo iba a estar bien, yo las miraba y no entendía porque Dios me amaba tanto a mi, yo que era tan cruel. Entraron al agua y le dije que aguantemos la respiración debajo más tiempo y así empezó, empecé a sostenerlas de la cabeza y sentía las ansias de hacerlo con tanta ira. No pensaba en nada solo escuchaba el sonido de las burbujas y los gritos dentro. Después llegaron todos, no sé porque llegaron todos, no recordaba si llame antes, pero no me dejaron seguir y sentía más iras aun.  Después todo se puso gris, como un sueno gris. Como dormir en un algodón de azúcar pero negro”.

Con una lágrima por fin vuelve a preguntar, ¿es usted psicóloga o periodista? “Creo que me equivoqué, no siento culpa, pero se que me equivoque y no necesita responder porque ya conozco a los periodistas y a los psicólogos siempre preguntan lo mismo. Sí, las extraño, pero no se puede querer y extrañar lo que no se tiene,  así yo no tengo porque sufrir, no tengo nada. Mejor así.

 

 

 

 

 

 


 

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